domingo, 1 de enero de 2012

ETICA Y MORAL EN LA EMPRESA

Vivimos en un mundo en el que se tiende hacia la globalización, no sólo en el campo estrictamente comercial, sino en todos los ámbitos de la vida. No se trata sólo  de la eliminación de barreras al libre comercio, es un proceso que va mucho más allá. Los estados nacionales van cediendo paso a instituciones supranacionales, se tiende hacia la convergencia en las costumbres, en la cultura…

La empresa es un pilar básico de esta nueva situación, por lo que debe poner especial cuidado tanto en sus relaciones internas como en sus relaciones externas. La pérdida de control de muchos aspectos, no sólo comerciales, sino de la vida en general, de los estados nacionales, puede conducir a situaciones injustas, debido, precisamente, a esa falta de control directo. Es aquí donde las organizaciones deben predicar con el ejemplo, éstas deben de tener un comportamiento justo, incluyendo aspectos éticos entre sus objetivos generales.

La maximización del beneficio ha sido siempre el fin último de la empresa; en la actualidad, este objetivo ha sido sustituido por la maximización del valor de la empresa para sus propietarios, es decir, para sus accionistas. Pero no puede ni debe ser el único objetivo que se persiga. La empresa juega un papel fundamental en la sociedad actual y debe contribuir por tanto a su desarrollo y  bienestar. En una época de organizaciones, como la que nos ha tocado vivir, la empresa debe ser un modelo para todas ellas. Ésta se encuentra en constante interacción con su entorno, por lo que, la dirección de la misma, debe cuidar la convivencia de la empresa con el exterior. Además de la relación con todo lo que la rodea, la dirección debe encargarse del bienestar de todos los miembros que integran la organización.

En lo que se refiere a la relación con su entorno, la empresa debe buscar la excelencia, apostando de forma decidida por la calidad del servicio, debe extremar el cuidado en el trato con el cliente,  respetar la libre competencia, lo que incluye el respeto y el juego limpio con sus competidores, colaborar con el Estado para incrementar el bienestar social colaborando en las políticas de generación de empleo, favoreciendo la incorporación de personas discapacitadas …

La dirección de la empresa debe poner especial atención en el cuidado del medio ambiente. El egoísmo y el afán por enriquecerse a toda costa de  muchos, nos ha conducido, como consecuencia de la  destrucción  de nuestro entorno, a una gravísima situación que en el futuro puede poner en peligro hasta la propia existencia de la vida humana. La empresa debe ser un ejemplo para la sociedad, apostando por la defensa y protección del medio ambiente, utilizando energías renovables (solar, eólica…) que reduzcan los niveles de contaminación, utilizando a su vez materiales no contaminantes, siguiendo una política de reciclaje y, bajo ningún concepto, realizar vertidos tóxicos descontrolados e ilegales.

Para que la continuidad y el desarrollo de una empresa sean posibles debe imperar el buen ambiente en la misma, de forma que todos sus integrantes se sientan identificados con su labor y persigan como objetivo común el crecimiento y desarrollo de su organización, porque al hacerlo estarán contribuyendo a su propio bienestar y al del resto de la sociedad. Pero para que todo esto sea posible la dirección de la empresa debe proporcionar a todos sus empleados un trabajo digno con posibilidad de promoción en la misma, y para que ésta se pueda llevar a cabo debe invertirse en la formación del trabajador, debe formársele no sólo para que desempeñe mejor su labor si no para que pueda crecer en la empresa, o en caso de crisis, si fuera necesario un reajuste de plantilla, facilitarle su incorporación a otra organización.
Dicen, que en muchos casos, los empleados son el mejor activo que puede tener una empresa. Ésta debe, por tanto, cuidarlos; y debe hacerlo porque es más que una cuestión  empresarial, es una cuestión moral.

Unos empleados contentos, plenamente integrados e identificados con la organización, realizarán mejor y de forma más eficiente su trabajo y no crearán conflictos. Trabajadores descontentos, por el motivo que sea (salario, horario de trabajo…) no desempeñarán a gusto su trabajo y su eficiencia descenderá muchos enteros, siendo además una fuente constante de problemas.

Si la empresa está llamada a ser en el futuro, de alguna forma ya lo está siendo, un pilar básico de la sociedad, tendrá el deber moral  de proporcionar una subsistencia digna y holgada a todos sus integrantes y a sus familias, brindándoles la posibilidad de poner sus miras más allá de su puesto de trabajo actual, ofreciéndoles por tanto la posibilidad real de ascender dentro de la empresa o bien fuera de la misma a través de su formación.

Aunque, desgraciadamente, la realidad es bien distinta. Son mayoría las organizaciones que buscan el crecimiento económico sea como sea, dejando de lado todo aspecto ético. Es una práctica habitual por parte de muchos empresarios el situar su producción, para ahorrar costes, en países del tercer mundo, ya que allí la mano de obra es mucho más barata y se puede explotar al trabajador con una mayor facilidad debido a la falta de legislación laboral y a la hambruna que sufre esta gente ante la pasividad y, en muchos casos la complicidad, de occidente. Son muchos los empresarios de países occidentales, entre ellos de España, que pese a tener una considerable tasa de paro solicitan la llegada masiva de inmigrantes del tercer mundo, apoyándose en el falso tópico de que los necesitan para realizar trabajos que los españoles no quieren realizar, escondiendo la verdadera realidad, los necesitan para trabajar en condiciones infrahumanas bajo las cuales los españoles no están dispuestos a trabajar, y esto tiene un nombre, opresión. Todo esto produce la ruptura del núcleo familiar del inmigrante y, en muchos casos, un choque cultural (sirva como ejemplo la situación vivida en El Ejido hace uno  años) de consecuencias muy negativas para la sociedad. La globalización no debe consistir en la consolidación de bloques económicos que o bien les dejen de lado o bien basen su riqueza en la explotación del tercer mundo.

Se deben, sin duda alguna, incluir pautas morales en los objetivos empresariales, aunque no resulte fácil en una sociedad que sufre una grave pérdida de valores. La educación debe jugar un papel fundamental para remediar todo esto. La empresa tiene que ser el motor del cambio y la dirección tiene que ser consciente de ello.

En nuestras manos está, porque de nosotros es el futuro, el hacer de la sociedad del siglo XXI, una sociedad más justa.

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